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#Guardianes del Interior 2.0_Carricola Rubén Muñoz y Vicente Gil
En la parte alta de la Vall d’Albaida, donde el territorio no adorna el paisaje sino que lo define, está Carrícola. Un municipio diminuto en población, pero enorme en modelo: sostenibilidad real, gestión comunitaria y un arraigo que funciona como ventaja competitiva.
Carrícola no se visita: se descifra. Es un ecosistema tejido entre huertos, fuentes, barrancos y la sombra majestuosa del Benicadell, que aquí actúa como centinela. Sus calles, serenas y ordenadas, responden a una cultura de vida tranquila y a un tipo de desarrollo que prioriza la coherencia sobre el ruido.
La historia del pueblo, marcada por la herencia andalusí y por una agricultura que supo adaptarse a la ladera, convive con un proyecto cultural singular: Biodivers, la intervención artística al aire libre que ha convertido a Carrícola en un museo extendido, donde las obras dialogan directamente con la naturaleza que las rodea.
Llegamos por primera vez a Carrícola en esta segunda temporada con un punto clave en la hoja de ruta: el Bar Municipal, un proyecto recuperado por el pueblo que vuelve a ejercer su función natural como nodo social, lugar de encuentro y palanca de dinamización. En los municipios pequeños, estos espacios son mucho más que servicio: son cohesión.
Muy cerca, la Font de l’Ombría, las rutas hacia el Benicadell y los senderos que serpentean entre antiguas terrazas agrícolas dibujan un paisaje que combina memoria y futuro. Aquí la autenticidad no es un reclamo turístico: es el estándar operativo.
En Carrícola, los guardianes del territorio no manejan tecnología punta: manejan conocimiento ancestral. Saben leer el monte, interpretar el viento y explicar el origen de cada fuente, cada senda y cada muro de piedra seca.
Hoy, en Guardianes del Interior, entramos por primera vez en Carrícola, un pueblo que demuestra que la verdadera innovación rural nace de cuidar lo que ya existe. Aquí empieza nuestro relato en este rincón único de la Vall d’Albaida.
