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LA SALUD MENTAL EN LAS EMPRESAS SIGUE SIENDO UNA ASIGNATURA
PENDIENTE EN EL 2024
Cada año se pierden unos 12.000 millones de días laborables debido a las bajas por
depresión y ansiedad, lo que supone un coste de 1 billón de dólares para la economía
mundial.
Cuatro de cada diez empleados tiene problemas, lo que dispara las bajas, duplica el
agotamiento y hace temblar el compromiso con las organizaciones.
Una pandemia de salud mental se está extendiendo por el entorno laboral a nivel global y
los servicios financieros están entre los sectores más afectados, según advierten empresas
y economistas, pero no con el único sector que este año ha estado en números rojos. La
compañía ha medido la repercusión que tienen las enfermedades en la productividad de las
plantillas en su informe 2024 Global Benefits Attitudes Survey. Y sus conclusiones son
demoledoras. Los empleados enfermos (21%) y con patologías crónicas (17%) están entre
dos y tres veces menos comprometidos con la empresa que los sanos, se ausentan del
trabajo o caen en el presentismo entre 2,5 y 5 veces más y tienen el doble de probabilidades
de sufrir burnout o síndrome del quemado que los demás. Y no solo eso, además suelen
tener mayores dificultades financieras y estar más desconectados socialmente que el resto.
Se habla más de las condiciones que rodean a la esfera de lo psicológico, pero aún queda
un arduo trabajo en la eliminación de estigmas y en la utilización bien de los conceptos.
«Utilizamos la palabra salud mental con dos acepciones distintas», explica David López
Gómez, psiquiatra formado en el hospital Universitario La Paz y profesor honorífico de
Medicina en la Universidad de Alcalá.
López, que ejerce desde una consulta privada, es consciente, además, de las carencias de
la profesión en la pública y cómo eso impacta en los pacientes. «Está claro que faltan
recursos», asegura. De acuerdo con las estadísticas del número de profesionales que hay
por 100.000 habitantes. «Las cifras demuestran que estamos muy por debajo de la
recomendación europea y de otros países vecinos».
Esto produce «una importante brecha en estos casos entre el acceso con una patología leve
y las más crónicas y graves», subraya. Aquí el psiquiatra expone que «la sociedad confunde
entre malestar cotidiano y sufrimiento propio de la vida frente a la depresión y ansiedad
severa». El ejemplo que pone «es tener el azúcar alto no te hace diabético; la tensión,
hipertenso. Esto conduce a hiper medicalización y a olvidar que los pacientes que necesitan
más recursos del sistema quedan fuera». Su argumento se basa en que sólo atender lo más
inmediato, también deja fuera a quienes pueden agravar el inicio de una patología más
grave a largo plazo. «Todo esto no es una tarea sencilla», confiesa. «Necesitamos poder
dedicar tiempo y dar una nueva cita en un plazo no muy largo para así intentar que ese
motivo de consulta no se cronifique, que podamos ayudarle a resolver ese problema y dotar
al paciente de las herramientas para que pueda resolver el siguiente problema y no
cronificarse».
En ocasiones no hay un solo factor, como en la salud física, que desencadene una
enfermedad mental y hay que ir más allá del dañino «estás triste, no lo estés». «Debemos
alfabetizar, formar a la población en salud mental. ¿No se hace con los niños y la
alimentación en el colegio? ¿No se forma en actividades deportivas?». Estas cuestiones que
plantea López ponen de manifiesto la urgente necesidad de que desde la infancia haya
recursos en manos de los profesores para identificar rasgos iniciales de enfermedades
mentales, «muchas debutan en la adolescencia y primeros años de universidad». Tampoco
olvida a esa masa crítica de profesionales de atención primaria, médicos y enfermeras, que
son «quienes ven primero a los pacientes, por otros motivos, y luego recae en ellos el
seguimiento».