La poeta, narradora y editora argentina Florencia del Campo presenta su novela “Que tenga una casa”, editada por Candaya en pegando la Hebra Florencia del Campo
“Tener una casa para poder irse porque hay una casa a la que poder volver”
Florencia del Campo nació en Buenos Aires, y desde el año 2013 vive en España. Es Editora por la Facultad de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires), donde también se formó en la carrera de Letras. Como poeta ha publicado Mis hijas ajenas, ganador del Premio La Bolsa de Pipas de Editorial Sloper, Las casas se caen en verano (Graviola, 2022) y El hombre del padre (2024); como narradora las novelas La huésped (Base Editorial, 2016), Madre mía (Caballo de Troya, 2017) y La versión extranjera (Pretextos, 2019), que fue ganadora del L Premio Internacional de Novela Ciudad de Barbastro. La novela juvenil, Soy (Editorial Barrett, 2020) y tiene algunos libros infantiles publicados en España. Imparte talleres y cursos de escritura creativa en diversas instituciones públicas y privadas. Hoy nos ha presentado “Que tenga una casa” (Candaya 2024), una singular novela fragmentaria, híbrida, que entrelaza ensayo y ficción.
La novela narra la historia de una migrante que, tras la muerte de la madre y la venta de la casa familiar en Argentina, busca en los alrededores de Madrid una casa definitiva en la que vivir, de la que irse, a la que poder volver. A lo largo de la novela, la protagonista recorre las diferentes casas en las que ha vivido, desde la casa de su infancia hasta una última residencia, casi en ruinas, en la que habita mientras la reconstruye. Un libro en el que indaga sobre la casa como un símbolo, un referente, como el cuerpo que nos contiene y en el que, a veces, vivimos como en una prisión, buscando inútilmente escapar; la casa en tanto destino y origen, memoria y futuro desconocido; la casa como algo propio y ajeno al mismo tiempo.
Con Florencia hemos conversado sobre cómo utiliza magistralmente la primera y la tercera persona de la narradora, como pasa del yo al ella, en una especie de juego metaficcional de contar su propia historia en primera persona, la narradora cambia su punto de vista, su mirada, y por momentos nos cuenta el relato en tercera persona como si ella fuera un personaje de una historia inventada; del uso de elementos simbólicos; la casa, que contiene cajas que contiene cosas; tener una casa para dejar las cajas que contiene cosas; el paralelismo entre la casa y el cuerpo y los albañiles que reparan la casa, con los “albañiles” que reparan el cuerpo… En su recorrido por las casas de su historia, va contando cosas, fragmentos, de su historia, de su vida… Florencia cuenta que empezó con un libro de cuentos y que no quería escribir sobre la casa sino sobre la historia de su familia paterna atravesada por las casas, empezando por su bisabuelo que emigró a Argentina donde hizo una cierta fortuna y regresa a Soria y hace esta típica casa Indiana que yo fui a visitar. También fui a la casa en la que había vivido en Málaga. Es un viaje por los lugares que habitamos y deshabitamos a lo largo de nuestras vidas, donde lo propio y lo ajeno se mezclan, donde anclamos, y perdemos, recuerdos, vínculos y deseos, en el que la narradora busca, con actitud ensayística y casi detectivesca, no solamente el hogar definitivo, sino el rastro de todas las casas en las que ha vivido y de todo lo que de ella ha quedado en cada sitio. Porque, las mudanzas son, en esencia, movimientos migratorios, y vemos cómo el relato se convierte también en una crónica del desarraigo, de la distancia y de la extranjeridad, la pertenencia, lo propio y lo ajeno, la identidad (resquebrajada y reconstruida), la maternidad (sus renuncias), las relaciones (amorosas y familiares) y la precariedad laboral de los migrantes. También habla de la interesantísima conexión entre casa y infancia y cita cuentos en los que la casa ere el eje. En la novela utiliza las palabras, los sentidos de las palabras, con una belleza muy poética “en verdad la poesía está en todas partes, atraviesa la escritura esa es la manera que yo la entiendo y que yo escribo (…) para mí se trata de romper completamente el lenguaje, jugar con las palabras, con la lengua, cuestionar qué es lo que decimos”. Habla del lenguaje materno, de escribir lo que no se puede escribir, pero se escribe, de decir lo indecible, pero que se dice, o algo se dice o algo se escribe, al menos fragmentos. “Este es un libro fragmentario porque hay un indecible y a ver qué hacemos con ese indecible y como enfrentamos esa no posibilidad de decir ese no decir”. Con otro creador, Pepe Enrique ha llevado a cabo en hermoso y rompedor proyecto, “Ida y vuelta”, en el que profundizan y exploran con el decir y no decir, con las grietas que se abren en el intento de nombrar.
Ella vino a España, haciendo el camino migratorio inverso al de su bisabuelo, cerrando un círculo. También como él “Yo vine acá partiendo de cero para construirlo todo”. Y su tío, que vive en España, le da una caja con libros que va a tirar, pero, para ella es un legado, una herencia: “de pronto hay algo de mi familia que yo puedo guardar y ahora ya tengo una casa-caja que lo contenga”. Tener una casa para poder irse porque hay una casa a la que poder volver”.
Una novela brillante, inteligente y poéticamente lúcida, sobre lo que nos encalla y lo que nos construye, la casa-caja-cuerpo-mente… y ahí está la literatura, el lenguaje, la poesía. Florencia del Campo, una gran escritora.
Pegando la Hebra, dirige y presenta, María Vicenta Porcar, control de sonido, Juan Lafuente. 99.9 Valencia Radio, dial 99.9 FM Valencia (España) y www.la999.es. PODCAST en la web de la emisora, Ivoox, Spotify, Youtube, etc.